
En nuestros días no puede entenderse la vida cotidiana sin salir de la tela de araña con la que nos impregna la cultura romana, de una u otra forma toda la legislación y sistemas políticos vigentes están basados en su aportación.
Cayo Julio César Octavio Augusto puso las bases de una nueva manera de entender el Estado y la política, profesionalizó el ejército, solo existía un sistema de reclutamiento forzoso en caso de extrema gravedad, instauró un sistema de recaudación de impuestos proporcional a la riqueza de las provincias y se impuso un gravamen especial a las clases acomodadas, basado en los beneficios; se crearon los primeros cuerpos policiales, de bomberos y un servicio de correos.
Octavio siempre fue un muchacho débil en apariencia, pero con un cerebro fuera de lo común, era frío y calculador; cualquier decisión por simple que pareciera, la meditaba con cautela, no otorgaba margen alguno para el error.
Así, no se lo puso nada fácil a Marco Antonio: derrochó gran parte de la herencia de su padre en donaciones populares y de esta forma ganarse el favor de la plebe. También contó con el apoyo del rico y altruista Cayo Cilnio Mecenas, hombre que, a la postre, sufragaría gran parte de los gastos del ejército que Octavio necesitaba. Mientras la popularidad de Marco Antonio decaía, la del joven Octavio prosperaba.
Octavio Augusto tenía en sus manos el poder absoluto, pero algo aprendió de su tío-abuelo Cesar: no caer en la trampa de la dictadura, ni por supuesto, de la tiranía. Para ello, lo primero era reformar el Senado y darle las atribuciones que le correspondían: gobernar y legislar Roma; él como, Emperador, se ocuparía de las provincias y del ejército.
En aquel entonces los senadores eran 900, en su mayoría gente rica, acomodada y algunos, indignos; Octavio, redujo esta cifra a 600 y destituyó un gran numero poniendo en su lugar personas más comprometidas, e incluso, algunos emprendedores y hombres de negocios, equites (caballeros): individuos que no tenían rango senatorial, pero sí la suficiente riqueza y preparación cultural como para llevar las riendas del Estado.
Octavio Augusto murió el 19 de Agosto del año 14 en Nola, una ciudad de la Campania en la provincia de Nápoles, mientras visitaba la tumba de su padre, acompañado de su esposa Drusila y el sucesor al trono, Tiberio.
- “Acta est fabula, plaudite!” (La comedia ha terminado, aplaudid!”)- O.Augusto